jueves, 20 de enero de 2011

Un sueño soñaba anoche

Cuando desperté ya estábamos por llegar. Me sentía todavía en sueños. Miré por la ventanilla la ciudad y me sentí rara, como flotando en cierto surrealismo.
Los edificios eran negros y parecían no tener ventanas, las calles estaban vacías, ni autos ni gente ni perros hurgando en la basura, sólo faroles alumbrando las esquinas.
Dentro del auto éramos varios; mis padres, mi hermano, Martín y muchos de mis amigos. El auto era enorme y todos iban cantando y riéndose, menos yo que me sentía mareada.
 -¿estás bien?- me preguntó Martín acomodándome el pelo que se me había despeinado mientras dormía. Me dio un beso y sin esperar a que le respondiera siguió riéndose con Fabián y Marcelo.
Nos metimos por una calle en bajada y doblamos en la primera esquina. En aquella calle no había faroles, ni nada que alumbrara, ni siquiera luna. El auto se detuvo.
_Si es tan amable, apague la luz del vehículo.- pidió el cuida coches. -Es por razones de seguridad.-explicó. –Nada debe llamar la atención.-
Papá apagó la luz y quedamos totalmente a oscuras.
–Dígame, ¿hasta que hora puedo dejar el coche?
-Debe recogerlo antes de que amanezca. Como comprenderá  debemos cerrar antes de que salga el sol.-
Descendimos del auto, agradecimos al cuida coches y nos alejamos.
-Este estacionamiento es el más seguro que conozco.- nos dijo papá orgulloso – Somos pocos los que sabemos que existe y menos los que sabemos como llegar a él. –
Subimos a la avenida principal y caminamos hasta meternos en un callejón tristemente iluminado. No había nadie más que nosotros, silenciosos, envueltos en la pesadez de una noche de verano.
-Yo voy para AFRODITA- dijo Fabiány se escabulló de repente.
El resto arrastramos los pies hasta la última fachada del callejón, “fUN fUN DISCO PUB” decía el cartel luminoso de la entrada.
_¿Qué les parece?_ preguntó papá simulando estar entusiasmado.
Ni siquiera le contestamos y resignados nos metimos en aquella covacha nocturna, no sin antes pagar 100 pesos por cabeza al pelado de la puerta. El boliche era inmenso y tenía el piso blanco y negro al mejor estilo ajedrez. Había tres barras y muchas bolas de vidrio colgando del techo. Sólo una luz blanca estaba encendida, no sonaba música alguna y éramos los únicos además del pelado de la puerta.
-Esto es raro...- se extrañó Fabián.- ¿Qué está pasando?-
-.Pasa que recién son las once.- le respondí consultando mi reloj –Ningún boliche abre tan temprano.-
-Si no estuviera abierto no nos hubieran dejado entrar.-
El pelado se  acercó para decirnos que a media noche tocaría un grupo de música tropical.
Una hora más tarde llegaron 5 tipos vestidos de amarillo. Todos flacos, de pelo hasta la cintura, negro enrulado, y saturado de gel. Los acompañaba un gordo con la camisa desprendida a la altura del pecho peludo. Este hablaba con el pelado sin sacarse el escarbadientes de la boca.  Los de amarillo se ubicaron en medio de la pista, sin instrumentos ni nada, acomodándose las melenas. El más bajito, el líder,  tenía un micrófono en la mano  “1,2,3 probando...” y se comunicaba por señas con el DJ, cuya presencia hasta entonces no habíamos advertido.
....

Esto es un sueño, qué sueño tiene un desenlace dentro de un margen de coherencia? qué sueño tiene un desenlace?
Si, ya se, es una porquería.

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